Zelig
Nunca me he arrepentido de mis actos. Vaya, ni siquiera me pasa por la mente (mucho menos por el corazón) la idea del remordimiento.
Alguien debía hacerlo y era yo. Traté de hacerlo bien, sin aspavientos.
Quitarle la vida a una persona no es cosa fácil. Yo tenía el toque especial.
Viejo y cansado, he sido relegado de mi función y debo adoptar el rol de víctima.
Mi tiempo se cumplió y estoy listo para enfrentar mi destino.
Mierda. ¿A quién se le ocurrió designar a un sádico hijo de puta como el nuevo Hombre de la Guadaña?