Zelig
...y fuíste a aquel restaurante chino y te convertiste en la estrella de la noche.
Nadie contó mejores chascarrillos que tú, nadie superó tus anécdotas en el trabajo. Nadie intentó igualar siquiera tu status de deidad en aquella velada inolvidable.
Tenías que reflejar tu éxito de alguna manera, por lo que exigiste pagar la cuenta. Te aplaudieron tus amigos y los que simularon serlo.
El final clásico de una buen atracón de comida china es romper la galleta de la suerte. Todos reían al ir descubriendo los mensajes y sus números favorables, hasta que llegó tu turno.
Nadie entendió el mensaje, pero a tí te pareció sumamente conocido:
"Hijo, tú no tienes suerte. Tu vida está hecha de casualidades".
Por eso ahora te mueres. Es una casualidad que seas alérgico a ese nuevo colorante que utilizan para hacer las galletas de la suerte.